jueves, 13 de diciembre de 2012

Mis queridos maestros


Siempre me he acordado de profesores que me han encantado toda la vida y de los que siempre me voy a acordar. Doña Conchita, podría decir, es mi favorita. Era un amor de mujer y nos trataba con mucho cariño, allá en parvulitos. Todo lo que pueda escribir de ella es poco… aún dentro del cole, ya fuera del cole, siendo un poco más mayor e incluso un poco más tarde, siempre he buscado un poco de tiempo para volver a la misma clase, ver a los enanos y buscarla, y las últimas veces que fui ya no estaba pero su ser aún inundaba el aula de recuerdos minúsculos, de muy tierna edad, pero de ese tipo de impresiones que guardas con mucho cariño dentro de tí; tú, querido lector, sé que me entiendes.

Don Luis siempre me ha parecido un crack, que aguantaba con mucha paciencia y resignación las locuras de un pitufo de 7 años hiperactivo dentro de una clase con muchos más niños. Siempre ha sabido, con mucho humor, hacer a entender a un niño cosas normales de la vida y aguantar estoicamente que un mocoso impertinente le saliera por peteneras, o por bulerías, vete a saber. Y si yo contara...

Luego nunca podré olvidar, por supuesto, a Don Francisco, “el Pistolas”, profe de inglés en 5º de EGB… nunca fue nuestra intención, pero entre dos más y yo conseguimos, tras incisos y dolorosos comentarios, echarle de clase llorando, y no es que me sienta muy orgulloso de eso, pero realmente, fue una ocasión muy bizarra y a la vez, entre divertida y penosa… le recuerdo con cariño, pues hay que reconocerle que hizo lo que pudo el hombre. Relata la leyenda que su hijo, jugando a los dardos en casa, le clavó uno y por eso tuvo que estar una temporada con un parche a lo Nick Furia, pero seguro que sería por otra razón... pero debo admitir que la historia nos parecía más graciosa antaño.

Don Juan (el Juanico) fue uno de los profesores más divertidos que he tenido, y gracias a su sentido del humor tomé un gran interés por la literatura, sobre todo por la del Siglo de Oro. Sus clases eran bastante amenas hasta que alguno le tocaba la moral y se ponía de mala lecha, pero todavía recuerdo cuando leíamos a Larra, a Espronceda (me sigo acordando de la Canción del Pirata u Oda al mar) o a Quevedo y lo mucho que me gustaba.

Don Gabino, “el Bacterio”, siempre fue un hito en mi Educación General Básica. Militar, paracaidista y profe de Educación Física… mucho ojito. Gran barba (de ahí su mote, pero realmente casi parecía un legionario) y talante marcial. Lo nuestro fue cuestión de disciplina, y yo por aquel entonces carecía de ella. Él siempre supo que yo podía, pero yo por entonces no me gustaban de los riesgos de las vallas o la cuerda, mientras que me tiraba el verano haciendo locuras por estructuras de edificios en construcción, descalzo y sin nada mejor que hacer. Es normal, sobre todo siendo joven, y le debo agradecer todo el esfuerzo que me ha hecho sacar de adentro y por qué no decirlo así… a echarle un par de cojones para hacer frente a muchas situaciones que no hacen que uno no siempre toma a gusto… me cabreó en su momento, pero en el fondo me alegro de que sólo me quedara gimnasia para septiembre de 8º de EGB. Me miró, le miré y me preguntó que si iba a aprobar… le dije que claro que sí, y él me dijo que quería verlo. Y lo vio. Y todavía me acuerdo de ese puñetazo que me dio en el hombro mientras me decía que era un cabrón. Al igual que con Doña Conchita (siempre la llamaré así), siempre he ido a verle y a darle un abrazo cuando he tenido la más mínima ocasión. Lamentablemente, hace ya muchos años que no puedo pasar por Maristas La Fuensanta.

De mi época de B.U.P. en Maristas La Merced, pocos recuerdos buenos tengo, excepto el grupo de música que formamos en el local de ensayo que allí había y que constaba de una vieja batería y un amplificador de bajo (y tuve suerte en el sorteo de los instrumentos, al tocarme la batería, pues sólo tuve que conseguir un par de baquetas), entre otras pocas cosas más… como por ejemplo Don Blas, mi profesor de literatura, con el que tenía una gran relación: me echaba de clase, yo me iba encantado y luego nos tomábamos unas cañas por ahí. Aún tengo una dedicatoria en una foto de clase: “de mayor quiero ser como tú”.

También me acuerdo mucho de Doña Juana, que intentaba enseñarnos latín y religión, y a la que tenía mucho cariño y de vez en cuando, en el recreo, me invitaba a una bolsa de obleas (que me encantaban). Por el otro lado, nunca había estado en clase con chicas antes (como ninguno de mis compañeros), y fue una experiencia bastante curiosa, a esa edad en que las hormonas empiezan a hacer “chup-chup”, como los guisos. Y por supuesto, lo que más agradezco de ese colegio fue el haber conocido a la gente con la que viviría una de las más maravillosas aventuras de mi vida, que fue el grupo que formamos Dani, Willy, Josué, David Pinteño, Antonio, Armando y yo: Juanma y su Nardo (que era una fusión de los grupos Ned Lud y los Ñampazampa), y hacíamos versiones de Sepultura, Sex Pistols, Gorefest, etc. El concierto que dimos en la antigua sala Classic fue poco más que mítico, y aún estoy esperando a ver si Josué desempolva el viejo VHS y lo pasa a DVD o lo cuelga en Youtube.

Pero por lo poco que estuve en Maristas La Merced, podría decir que mi B.U.P. lo estudié en el San José de Espinardo, otrora conocido como hogar de internos descarriados en busca de redención académica. Puedo afirmar bien orgulloso que me divertí de lo lindo y aprendí muchísimo, tanto de los profesores, de las asignaturas y de la vida. Me acuerdo de todos y cada uno de mis profesores, pero especialmente de Don Fidel por ejemplo, que cuando gritaba “NENICO!” a alguien, morían 100 hadas. O Don Salvador, que fue un excelente profesor de física y química y que, antes de cada clase, contaba chistes para que nos relajáramos y posteriormente prestáramos más atención a la clase.

Del San José siempre agradeceré haber conocido al grandísimo Chosy (Eduardo Cos), compañero inseparable forever and ever, así como al resto de la C Crew (Mario Carreres y Félix Caballero)… pasábamos grandísimos ratos jugando al baloncesto, y recuerdo muy gratamente el campeonato en el que nos quedamos segundos (éramos dos equipos) contra el equipo de “los gemelos”, que por aquél entonces militaban en las filas del CB Murcia Juveniles, y mi vecino-hermano Lorenzo (mas el resto del equipo, claro). Y por supuesto, a Borja, con quien formé (junto a muchos buenos más) la CFH, haciendo el Hip Hop más underground grabando beses rítmicas de pletina a pletina con el "rec-stop". Aun a día de hoy, sigo gozando de una más que excelente amistad con Chosy y Mario, y su grupo de amigos de entonces ha terminado siendo el mío casi 18 años después (Rubén, Lalo, Fernando, Piwi, Joaquín, Fernando, Estéban, Chei y las posteriores incorporaciones de Dudi, Jaime, Rubén Torrices, entre otros)… “la familia”.

Por supuesto, Doña Eugenia (“la hachazos”), Don José Antonio (de inglés), Doña Mª Dolores (la de mates, que siempre pronunciaba “vinticinco”, mirando fijamente al techo), la loca de Religión, el Sr Tiburcio (excelente dibujante y bohemio, así como marido/exmarido de la loca)… y un largo etcétera, como Don Mario, un seminarista muy inocente que vino a hacer una sustitución y que, con mi “colaboración”, acabó “mediopallá” y lo dejó todo para irse a vivir a una comuna hippie. La leyenda relata que la última noche antes de irse, los internos se lo llevaron al “terrao”, lo emborracharon y le hicieron fumar porros, y os aseguro que me hubiera gustado ver ese momento.

El año en USA tuve también muchos y buenos profesores, pero por miedo a cometer alguna falta de ortografía no me atrevo a mencionarlos, pero me enseñaron mucho, con paciencia y tesón. Sobre todo, me queda un grato recuerdo de la Fenster School a las afueras de Tucson (Arizona) y de prácticamente todo el personal, como el Director Dan Saffer o los señores Baker (ella, a cargo de la Biblioteca).

Luego, en la Universidad también tuve suerte de tener grandísimos profesionales dando clase, y algun@s de ellos grandes profesores, como Juana, Mª Dolores, Pedro, Lola, Ofelia… pero sobre todo hay un hombre que realmente me marcó: Miguel Ángel Sanz, profesor de Identidad Corporativa. Me acuerdo como si fuera hoy: parecía mayor, peinado como Andy Warhol y con gafas tintadas. Muy serio, el primer día de clase, dijo: “mi nombre es Miguel Ángel, pero podéis llamarme Lulú”… sencillamente brillante. Le he profesado siempre un gran respeto y cada vez que he pasado por la facultad tras graduarme y le he visto, hemos charlado muy animadamente y le he reiterado mi agradecimiento por haberme hecho interesarme tanto en este campo en el que, desde hace unos 12 años, trabajo y que me apasiona desde entonces.

Con todo este rollo retrospectivo quería recordar mi época de estudiante y, ahora que soy profesor, entiendo muchas cosas y reconozco abiertamente en este post el esfuerzo que todos (en mayor o menor medida) emplearon para no sólo mi educación, sino en la de todos mis compañeros de clase. Ser profesor no sólo requiere vocación, sino paciencia y dedicación… y de ello puedo dar testimonio ahora que estoy en Hyderabad, India, enseñando Diseño Multimedia y Comunicación Visual.

En gran parte el conocimiento que estoy impartiendo viene de lo ya aprendido o de mi experiencia laboral y sus vicisitudes, pero por el otro lado la preparación de las clases es fundamental, y más cuando las clases son en inglés. Me resulta muy gratificante volver a refrescar conceptos que tenía borrosos, que les faltaba precisión o que simplemente necesitaba afinar… y a ello añadiendo mi propia cosecha, como en la clase de Diseño y Cultura el énfasis que hago en la cultura Hip Hop, esencial en mi vida. Intento también que mis alumnos se ilusionen y que saquen lo mejor de ellos, que me sorprendan e incluso me escandalicen: intento darles la mayor libertad creativa y la total seguridad de preguntarme absolutamente cualquier duda, tanto personal como profesional. Hago todo lo posible para que sepan cómo es el mundo ahí fuera, el mundo del trabajo, la realidad… y no la comodidad y la seguridad de sus casas y sus familias, y lo importante y gratificante que es labrarse uno su propio futuro, con la satisfacción que ello otorga. Procuro darles consejos prácticos para tratar correctamente a los clientes y bregar con los proveedores, haciendo el mejor trabajo posible; a ser autocrítico y exigirse más, aun cuando uno considera que el trabajo está terminado. Quiero que se sientan orgullosos y que, con mis consejos, clases y conocimientos, sean mejores personas y vean la vida con otros ojos: los ojos del que sabe que puede crear libremente y tiene todo el poder para hacerlo, desde la juventud y la frescura incorrupta pero claro… aquí es difícil.

India es, para muchas cosas, muy conservadora a la hora de pensar y creer que el trabajo intelectual es tan válido y respetado como el de un médico o un técnico informático, y sobre todo en una ciudad como Hyderabad, donde un 40-45% de población musulmana otorga un talante más conservador a la misma y a sus habitantes… con excepciones, por supuesto. Afortunadamente, y gracias al diseño, esta ciudad crece y se nota viva cada día. La gente cambia con la ciudad y se respira un aire de que las cosas parece que ya se empiezan a hacer mejor y que poco a poco todo terminará funcionando.

Desde India sigo acordándome de todos los años de estudiante y el buen sabor de boca que tengo de todos ellos… y gracias a ellos he decidido cambar de profesión y sentir lo que ellos sintieron cuando tuve la suerte de tenerlos como mis profesores: el tesón, la paciencia, el interés, la dedicación y la pasión por la enseñanza. A todos ellos les dedico estas líneas, a mis queridos maestros... gracias!

2 comentarios:

  1. Descubri su blog por casualidad, y me disfruté mucho lo leyendo. Espero que escribirá más y ¡que tenga más buenas experencias en Hyderabad!

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  2. muchas gracias, Sam! un saludo, ;)!

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